Una de las dudas más comunes en jardinería es el riego de las plantas. Saber cuánta agua necesitan, cuándo aplicarla y cómo hacerlo correctamente marca la diferencia entre un jardín frondoso y uno que apenas sobrevive. En este artículo encontrarás todas las claves para mantener tus plantas perfectamente hidratadas sin desperdiciar agua.
El momento del día en que riegas influye notablemente en la eficacia del riego y la salud de tus plantas:
Temprano por la mañana (entre las 6 y las 9 horas). Es el momento más recomendado. La temperatura es más baja, el sol no es tan intenso y hay menos evaporación. Las plantas tienen todo el día para aprovechar la humedad antes de que caiga la noche.
Al atardecer (entre las 18 y las 20 horas). También es una opción válida, sobre todo en verano, pero hay que tener cuidado de no dejar las hojas mojadas por la noche, ya que eso puede favorecer la aparición de hongos y enfermedades.
Evita regar al mediodía. Durante las horas más calurosas del día, gran parte del agua se evapora antes de llegar a las raíces, lo que resulta ineficaz y puede incluso dañar las hojas.
No hay una fórmula mágica, ya que depende de varios factores:
Tipo de planta: césped, arbustos, flores, hortalizas o suculentas tienen necesidades muy distintas.
Tipo de suelo: los suelos arenosos drenan rápido y requieren riegos más frecuentes. Los suelos arcillosos retienen mejor la humedad, pero pueden saturarse fácilmente.
Clima y estación: en climas secos y calurosos o durante el verano, las plantas necesitarán más agua. En invierno, mucho menos.
Reglas generales para orientarte:
Césped: riega 2 a 3 veces por semana, duranta 20-30 minutos. Es mejor un riego profundo que varios superficiales.
Plantas de jardín: dos veces por semana con abundante agua para que ésta llegue a las raíces. Evita riegos frecuentes, pero poco profundos.
Macetas y jardineras: requieren atención diaria, especialmente en verano. El volumen de tierra limitado se seca rápidamente.
Elegir el sistema de riego adecuado no solo ahorra agua, sino también tiempo y esfuerzo.
Manguera o regadera: ideal para jardines pequeños o para regar plantas específicas. Ofrece control manual, pero puede resultar ineficiente para grandes áreas.
Aspersores: muy útiles para zonas amplias como el césped. Asegúrate de que cubran bien el área sin dejar zonas secas ni provocar encharcamientos.
Riego por goteo: altamente eficiente. Aporta agua directamente a las raíces, reduciendo el desperdicio. Ideal para huertos, arbustos, plantas en línea o macetas.
Sistemas automáticos programables: permiten regar en horarios óptimos sin estar presente. Requieren una inversión inicial, pero son perfectos para quienes tienen poco tiempo o viajan con frecuencia.
Evita estos fallos frecuentes que pueden dañar tus plantas y aumentar el consumo de agua innecesariamente:
Regar todos los días “por si acaso”. Esto puede generar pudrición de raíces. Las plantas también necesitan que el suelo se seque un poco entre riegos.
Mojar solo la superficie. Las raíces profundas no reciben agua. Riega lentamente y en profundidad.
Riego al mediodía. El agua se evapora antes de llegar a la planta y puede quemar las hojas.
No ajustar el riego a la temporada. En invierno, muchas plantas están en reposo y requieren mucha menos agua.
Tus plantas te hablarán si sabes observarlas:
Hojas decaídas o caídas: puede ser falta de agua.
Hojas amarillentas o blandas: posible exceso de agua.
Manchas oscuras o moho: indican humedad excesiva o mal drenaje.
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